Historia de la Plancha y el Planchado

Por más que vistamos con marcas de diseñador, una camisa arrugada se ve peor que la camisa más barata del mundo. A nadie le gusta lucir de esta manera, pero para disfrutar de atuendos lisos y presentables es indispensable contar con una plancha. Esta necesidad ha existido desde siempre, pero fue propagada aún más gracias a la nobleza a quien le gustaba lucir pliegues en la ropa para distinguirse del resto. Se convirtió muy pronto en una señal de que esta familia contaba con servidumbre, de que gozaba de influencia económica y por supuesto, le otorgaba distinción en la sociedad más de la que ya tenía.

No obstante, planchar no siempre ha sido un procedimiento tan sencillo y su aspecto ha evolucionado radicalmente desde entonces. Vamos a sumergirnos en esta oportunidad dentro de la historia de la plancha.

Planchas primitivas

quien invento la planchaEn primer lugar, hasta la fecha nadie ha podido demostrar con exactitud cuándo las personas comenzaron a alisar sus prendas de vestir, ni mucho menos, quién inventó la plancha, o por lo menos, las más antiguas. Muchos infieren que fue en China donde los locales empezaron a utilizar metales calientes para planchar, así que, por lo pronto, se consideran como los pioneros en esta práctica antes que nadie. Se trabajaba con láminas cubiertas con carbón caliente las cuales se presionaban contra la ropa que reposaba bien estirada sobre una superficie lisa, tal cual lo hacemos hoy en día. Con mayor certeza se conoce que hace un milenio atrás ya esta técnica estaba más que perfeccionada entre la población de esa región del mundo.

Mientras tanto, en el norte de Europa se estaban usando otro tipo de materiales, principalmente la piedra, la madera e incluso el vidrio para planchar. Fue de esa manera durante tanto tiempo que, llegado el siglo XIX, estas máquinas seguían usándose. A pesar de todo el trabajo que implicaba el procedimiento de planchado primitivo, bien sea por medio de la presión o el calor, jamás fue posible conseguir el efecto prolijo que se buscaba con tanto empeño.

Otras fuentes han descubierto evidencia que se remonta a 600 años a.C. cuando los griegos calentaban una especie de rodillo de amasar hecho de hierro. El propósito principal era marcar los pliegues de tejidos de lino. Algunos años más tarde, el imperio romano también creó sus propios artilugios, ligeramente más efectivos, pero con una dificultad notablemente mayor por tratarse de un pesado mazo metálico que martilleaba la ropa y las arrugas. Tanto es así que en poco tiempo ha quedado para uso exclusivo de los esclavos.

Plancha de hierro

Mucho tiempo más tarde apareció la plancha antigua de hierro, una herramienta maciza, pesada, pero bastante pequeña que era utilizada, en su mayoría, por familias de escasos recursos. Simplemente se cogía por el mango y periódicamente se debía colocar sobre el fuego para que calentara. Aunque sí era capaz de hacer el trabajo, tenía una gran desventaja: el fuego formaba hollín en la suela, se adhería y al ponerse en contacto con los tejidos los manchaba, siendo así peor la cura que la enfermedad.

La “caja caliente”

Este tipo de plancha existió en contemporáneo con la plancha de hierro, es decir, en el siglo XV, pero se trataba de un artilugio de mayor valor y que solo podían adquirir familias de un estatus distinguido. Lo que la distinguía de la plancha de hierro era que poseía una especie de compartimiento donde se echaba carbón caliente o ladrillo, y precisamente gracias a este compartimiento se ganó el nombre de caja caliente.

Plancha eléctrica

planchas antiguasAntes de que la electricidad se abriera paso y dejara a un lado las planchas antiguas, se experimentaron otros métodos, como el calentamiento por medio del gas, del alcohol y del agua hirviendo. Su popularidad se extendió cuando en medio del siglo XIX el gas fue la fuente de iluminación y los inventores aplicaron esta energía a la plancha. Lamentablemente, el alto índice de accidentes producto de los escapes e incendios acabó rápidamente las aspiraciones de estas planchas.

Con la llegada de la electricidad todo cambió rápidamente, a pesar de que los inicios probaron ser bastante cuesta arriba. Ya en 1882, el inventor norteamericano Henry Seely construyó el primer ejemplar con unos cuantos inconvenientes, principalmente porque no había electricidad en los hogares y nadie había inventado el termostato. Lo importante es que Henry sentó las bases para lo que estaba por venir.

Muy poco tiempo después, Earl Richardson propuso que la electricidad debía llegar a los hogares todo el día y todos los días ya que había inventado su propio modelo de plancha eléctrica. A pesar de que en un principio calentaba de manera irregular, esto fue corregido rápidamente. El resto es historia al vender alrededor de 3 millones de planchas anualmente y así fue durante 20 años seguidos.

Plancha a vapor

Hacía unos pocos siglos atrás las personas debían arreglárselas para planchar ropa sin plancha, ciertamente suena incoherente, pero en 1926 ya vio la luz la primera plancha a vapor, con los principios que en la actualidad conocemos. En sus inicios también era remarcablemente más costosa que la plancha eléctrica, sin embargo, la enorme ventaja que ofrecía era que protegía la ropa de las terribles quemaduras.

Los primeros ejemplares tan solo liberaban el vapor por medio de un único orificio en la suela, pero poco a poco fueron sumándole para una mejor disipación del vapor hasta llegar a la cantidad que tienen en la actualidad.

En conclusión, el deseo de que la vestimenta se vea bien no es nada nuevo en el ser humano y los constantes cambios en las planchas a lo largo de la historia lo comprueba. Adicionalmente, en cada innovación y mejora que sufría, también lo hacía el proceso de planchado como tal. Muchas personas se quejan de esta actividad porque les parece tediosa y aburrida, pero desconocen por completo lo que esto implicaba hace apenas unos años atrás. Como lo vimos anteriormente, su ejecución estaba relacionada con la servidumbre e incluso la esclavitud en diferentes épocas.

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